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Capítulo 2: Sin asombro

Hay veces en que elegimos la forma del azar que menos nos comprometa. Todo el tiempo eligiendo el azar en forma de número de quiniela, de qué vestido ponerse para ir al trabajo, de que gusto de sopa para la cena, pero todo el tiempo eligiendo.
Yo hace un tiempo me propuse dejar de elegir y dejar que el azar me sorprenda.
Fue después de una frase premonitoria que deje de esperar y de elegir. “¿querés ir a tomar un café conmigo?” y tres meses después de eso me encuentro solo respirando y adecuándome a lo que venga, siempre presuponiendo que no va a ser nada extraordinario.
Ahora estoy aquí frente a una máquina de respiración artificial que conecta directamente mis creencias pasadas, el presente que ya se pasa y un futuro que no admite condicional; estoy aquí parada frente a esta máquina viendo a mi Pigmalión dudando si debe morir; estoy aquí tratando de no tener que elegir ninguna opción. Todo me resulta irónico y sucio y mientras caen las primeras gotas de la anunciada inundación, ruego a cualquier jefe de cualquier religión que ordene un inesperado corte de luz para no tener que volver a la manía de elegir y bancarme el resultado…para que sea azar y no conciencia.