Búsqueda

domingo, 1 de agosto de 2010

Exorcizándome de vos


Estas líneas son preliminares…
son de cuando, invocando fantasmas de colores
me voy olvidando de mi falta de voz


(un camino que se prende
un licor que se expande
desde la garganta hasta la hiel)
Y un corte final que empieza a arder

¿Pensaste alguna vez que herir fuera tan fácil?
que las palabras pudieran escapárseme como coladas por un decantador
para que a tu boca de oídos sordos sólo le suenen las más aromáticas

Diario de la Varicela...2008


Si hace diez años me hubieran preguntado que esperaba para este momento, de seguro hubiera imaginado un espacio con más colores. No me soñaba como una personita gris…
Hace por lo menos una semana estoy recluida. Varicela diagnosticaron los médicos de la Salita de la Barranca; azar diría yo. Casi siete días sin salir de mi casa, sin subirme al trajín diario, a la careta de chica de oficina que no sabe explicar en que consiste su trabajo, que en realidad no sabe explicar nada.
Entre la fiebre, las ronchas, el mate y las tantas películas que me obligue a mirar, el diámetro de mis ancas habrán crecido unos considerables centímetros indeseables. No tengo crédito telefónico para engancharme con las noticias frescas de mis pasillos mundanos, no tengo internet para chatear con algún extraño sexopata del otro lado del meridiano…Solamente desespero cuando la lucecita del celular vibra indicando un mensaje que es la respuesta a mi extraño pedido de saber el conocido saldo de 0.43 centavos.
Aunque me suene raro tipearlo, por ahí me alegro cuando mi tía llama para preguntar si las ronchas siguen su curso normal y mi cara ya dejó de tener el aspecto de una clonación entre Rocky II y un Freddy de Pesadilla. También me sorprende gratamente, como siempre, la llamada trasnochada de un mitólogo a las 3 de la mañana que me cuenta que la peatonal tiene tintes surrealistas, aunque yo desconfío un poco y alego que debe ser porque aun no está terminada. Extraño todo, y estoy convencida que ni bien vuelva a subir al 101 para ir a trabajar el martes, a eso de las 11.30 ya voy a estar extrañando el tener vacaciones y el tener tiempo para no hacer nada…
Pero si hace diez años me hubieran preguntado como quería ser, de seguro no hubiese respondido ESTO…irónico.
Siete días entre películas, mate y cama. Pura retrospectiva, cero libros de la academia, siendo que el tiempo me está ahorcando para rendir finales, y eso de que el mundo se compra en un bazar…puro eufemismo.
Dicen que cuando uno tiene mucho tiempo para mirarse el ombligo caben dos hipótesis: o es hijo de millonarios, o es un filosofo de la época clásica. Yo, ni uno ni lo otro, aunque una toga capaz me atrevería a usar alguna vez. Pero en estos días algo me regalo mucho tiempo para contar los pliegues de mi ombligo y he llegado a la conclusión de que son ocho. Pero ya aburrida después de contarlos se me entrecruzaban otras imágenes menos, o mejor dicho más deleuzianas. Se me cruzo mi vida en un pliegue y si algún día venciera la paja cósmica de ser tan dejada podría vivir de las regalías de mi propio libro de aventuras, emulando a la autora de Harry Potter.
Verán, cuando yo era más chiquita, mi mundo estaba lleno de castillos de cristal. Tenía una gran familia que se juntaba a comer en un quincho y los más chicos jugábamos en una pileta que compartíamos con viejas del agua con quienes yo, en mi imaginación prolifera, jugaba carreras que terminaban en empate. Mi gran familia, con tantos rostros queribles y familiares, con tantas sonrisas cálidas que creí serían eternas un día se desplomó.
El anhelo más grande por aquellos días era dar una larga vuelta en una bicicleta sin rueditas auxiliares. Conseguirlo era casi quimérico, a los cinco años claro. Y un día la Tía Sara me trajo una bicicleta verde, Mussetta, medio despintada y con flecos roídos colgando de los bordes del manubrio. Yo intuía que no era nueva, que venía de herencia, pero era mi pasaje a universos mágicos y me acercaba a la larga vuelta. Con Mussetta y sus cuatro ruedas estuvimos dos años recorriendo el patio de mi casa cuando la amenaza del viejo de la bolsa no nos asechaba (es decir cuando mi mamá dormía la siesta). Osábamos cruzar el pasillo del costado y encaminarnos a recorrer el frente entre las rosas y las azaleas y llegábamos hasta las rejas del portón de la vereda, que en ese entonces eran infinitas, y mirábamos por horas los desniveles de la vereda…y como por arte de magia los radares de mi mamá y su siesta se encendían y varita de por medio me mandaban entre llantos y moco tendido a dormir la siesta.
Hasta que una tarde, mi mamá comprendió que a los siete años una nena no puede andar con una bicicleta con cuatro rueditas y con loable esfuerzo emprendió la tarea de agarrar una tenaza y sacarle las rueditas que le sobraban a Mussetta, que dicho sea de paso no opuso demasiada resistencia. Yo mientras tanto bailaba y giraba con preguntontas alrededor de mi mamá entorpeciendo un poco su pose de mecánica automotriz. Hasta que por fin la obra estuvo lista. Mussetta creció un poquito porque de paso le subieron el asiento y dejó sus rueditas. Ahora me tocaba a mí crecer un poco y subirme a la bicicleta. De más está aclarar que los primeros intentos terminaron en caídas y en patadas y berrinches. Unos cuantos moretones en la rodilla derecha, unas raspaduras en los codos y los juramentos patéticos de jamás me voy a subir a esa bicicleta…pero un poco mi mamá y otro poco mi inquebrantable tozudez me llevaban nuevamente a intentarlo y mi mamá siempre a mi lado cuidando de que no me fuera al piso y me lastimara demasiado; pero siempre ahí al lado, agarrándome la mano, alentándome para que no abandonara.
Hasta que por fin una tarde lo conseguí…encontré el equilibrio para andar en bicicleta y como el patio me quedaba chico mi mamá me acompaño a la vereda. En ese momento no le di mucha pelota a la simbología que implicaba cruzar ese portón de rejas negras, pero supongo que era todo un festín para los psicólogos. Una vez en la vereda, listísima para recorrerla me acuerdo que le dije a mi mamá “no me dejes sola” y ella se banco mi hora y media de vuelta que te vuelta por la vereda. Cada vez que pasaba frente a ella la saludaba y ella me sonreía.
En estos siete días pensé mucho en aquella aventura, y en tantas otras en las que mi vieja siempre me acompañó y ahora con más moretones y menos palabras bonitas para contar me encuentro de nuevo frente al desafío de aquella bicicleta. Esta vez es el mundo el que no tiene rueditas y yo la que tengo que bailar en el con cierto equilibrio para no reventarme contra el piso. Pero ahora no tengo una sonrisa a la que aferrarme y saludar en cada vuelta. Esa damita dulcemente triste, léase mi mamá, se aferró tanto a sus fantasmas y a su tristeza que hay días en los que no se acuerda de mi. Ahora ella es la nena que se escapa en las siestas quien sabe a donde y mis radares no me indican donde encontrarla. Hay días en los que trato de pintarme colores vivos para acercarla un poco más a este mundo y recuperar de a poco alguna de sus sonrisas…una empresa desgastante, lo admito, que de cuando en cuando me ofrece alguna recompensa.
Ambas somos conscientes de que no nos une una cadena de cromosomas ni una larga lista de enfermedades hereditarias. En cierta forma las dos mentimos para curarnos o salvarnos de algo que no sabemos bien qué es, pero ella ya está cansada de pelear y se le nota. Una vez alcanzó a decirme que ella me mintió y volvería a hacerlo porque sabe que yo antes era feliz… y aún perdida entre tantos laberintos me pide que confíe en algo, pero en mi cabeza aún resuena eso que un día me dijo: todas las cosas tristes son de Dios, y debe ser por eso que evito regalarle mi confianza y me dedico al ateísmo.
Hay veces que la miro cuando ella está perdida en cualquier jardín y sin decirle nada le cuento toda la tristeza que me guardo y la perdono una mil veces por cualquier miedosa mentira en la que incurrió para defenderme de mi propio reflejo, de mi agónica búsqueda.
Se que le debo diez mil toneladas de palabras bonitas y que ahora es en vano dárselas todas juntas porque no las decodificaría. Supongo que la larga vuelta todavía es un anhelo pendiente y que ella no va a estar para verla. Creo también que la imagen de la gran familia reunida es algo que no va a volver, va a quedar como una foto sepia guardaba en mi memoria y también se que por ahora, la vieja del agua me está ganando la carrera en aquella pileta…pero no importa, en estos días mi cabeza está ocupada en transformar tanto fleco roído en equilibrio para ir a dar un paseo muy largo y solitario por el mundo en bicicleta… aunque me siga doliendo el que ella este dejando que la nostalgia le haga jaque mate por todas partes y no me escucha cuando de este lado del espejo yo le grito “no me dejes sola” mirá que esta puta bicicleta tampoco tiene rueditas.

¿Egoísta yo?


A tantos etc. de mis amigos




¡¡¡Te faltan los ruleros y pareces mi abuela rezongando por la jubilación!!!…Ese fue su beso de buenos días antes de tirarme un portazo para ir a trabajar. Mi negrita, con sus labios chiquitos pero carnosos, no entiende que me siento un bueno para nada, que me duele el no poder invitarla ni un chupetín, ni un suspiro…
Tengo 38 años, las chapas se me están volando por desalojo, la panza ¡bien, gracias!...y mi negrita revoloteando en mi cabeza con su golosa provocación constante a ver si por fin ésta noche deja de ser navidad y le doy una noche buena aunque no sea su cumpleaños.
Y yo se que uno de estos días se va a ir a encamar sin derecho a replica con el modelito del box 7 o con el pendejo que reparte las empanadas y yo asumiré los cuernos diciendo me lo merezco por deprimido. Estoy pegado a este sofá como un hongo, no llamo a los pibes porque no tengo ni para pagar un maní y me rompe las pelotas que la negra me mantenga…llama a los chicos, tomá un poco de aire nocturno, me dice, y más me rompe las pelotas. Ella manteniéndome con su Sr. sueldito de 60 Hs. semanales, pura sonrisa de telemarketera…hija de gallegos tenía que ser la muy ella…te vende vidrio molido por oro.
Yo...siempre fui un infeliz. Pero por lo menos antes era un infeliz diplomado de contador que ejercía su título en una fábrica de zapatillas; Pero los chinos, el corralito y la puta que los parió “mañana no venga Suárez (…) que reducción de personal” …Indemnización: tres cuotas para terminar de pagar el  ex - auto que fue remis dos meses y que después fue a parar al permu-vendo para pagar los impuestos, porque la vida bajo los puentes queda linda en las canciones de rock de mediados de los 70…la negra es la hippie, yo contador. Y la negra siempre a mi lado vendiendo que cartillas, que las chucherías que le dejo la abuela Eloísa, que volantes en una plaza…hasta que un día jugando a la locutora con la quinielera le ofrecieron el laburito de telemarketera; 10hs corridas, 6 días a la semana, vacaciones pagas y que “si no te enojas flaco acepto”, y que “cómo me voy a enojar, no seas boluda, me tomaste por egoísta, acepta va a estar todo bien”.
Y la verdad, me da por las pelotas. Gana más de lo que ganaba yo negreado como esclavo con título para los chinos. Mi negrita exhipona que apenas terminó el secundario ahora es un as de las ventas de Banda Ancha por teléfono. Y yo creo que es un buen castigo ignorarla cuando me dice “flaco, en la empresa necesitan un asistente administrativo que sepa algo de contabilidad y liquidación de sueldos”… y por mi que te liquiden y sigo metiéndole dedo al control remoto, esperando que Racing salga campeón.